Todo estaba igual que ayer.
Soñé y todo estaba como antes.
La gente estaba, la casa estaba,
todo estaba como antes.
El ojo del huracán no veĂa,
se ve que no sabĂa que el fuego purifica.
El séptimo hijo que está llegando,
lobo hambriento de alegrĂa.
Se acerca el dĂa de luna llena,
soy el primer testigo del aire enrarecido.
La tierra que arde, los mares se abren,
y el sol se cae como si fuera de mármol.
El frĂo se convierte en otro frĂo,
si viene del olvido no se calma con abrigo.
El séptimo hijo está despertando,
lobo hambriento de alegrĂa.
Reconocà el viejo camino, encontré perdido
el hijo que yo habĂa sido queriendo regresar.
RecorrĂ mi vida en un instante,
vi caer el horizonte en un vendaval.
Soy el que no tiene voz,
soy el que no tiene Dios,
soy el que no tiene miedo a la propia muerte.
Soy el que no puede más,
soy el que no tiene más,
sólo un puñado de gente con la misma suerte.
Y la mĂşsica brotĂł a pesar de todo,
como un jardĂn crecĂa en el medio de las ruinas.
Su flor irradiaba la leve esperanza
de saber que en vano nada suele pasar.
La sangre que hace rato llegĂł al rĂo,
un rĂo que sabĂa encauzarse en energĂa.
La de hermano y amigo, de la mano caliente,
la del coro entonado por toda mi gente.
Reconocà el viejo camino, encontré perdido
el hijo que yo habĂa sido queriendo regresar.
RecorrĂ mi vida en un instante,
vĂ caer el horizonte en un vendaval.
Una foto y un color,
un aroma y un sabor,
no puedo creer que falte tanta gente cierta.
Porque sin ellos no soy yo,
porque con ellos me fui yo,
y sigo deambulando inerte detrás de la muerte.
Detrás de la muerte.